Trate de tranquilizarme pensando que solo era un sueño, intenté concentrarme en despertar pero fué inútil, recuerdo que tenía esos pensamientos cuando de pronto la puerta se abrió de un azoton con un aironaso tremendo. Fue en ese momento donde caí en cuenta que estaba teniendo un episodio de parálisis de sueño, no podía moverme, ni hablar, ni gritar, pero recuerdo sentir el aire, ver mi recamara tal cual la deje al meterme a la cama pero con este tono siniestro que me hacía morir de pánico y desesperación, pues siempre que me sucedía esto veía figuras extrañas parecidas a demonios o algunas veces personas simplemente pasando a mi lado. Al momento que se abrió la puerta de un azoton vi como entraban una por una siete siluetas vestidas con un manto negro y unas capuchas que cubrían sus rostros, seis de esas siluetas sostenían una vela negra con ambas manos, mientras entraban se iban acomodando de tal manera que rodearon mi cama, yo estaba aterrada, inmovilizada, a punto de un infarto. Podía sentir como mi corazón latía con una gran fuerza, jamás había sentido tal temor, y desesperación de no poder pedir ayuda. De pronto la séptima silueta tomó lugar a los pies de mi cama y descubrió su rostro, era un rostro oscurecido, quemado, con unos ojos enormes color negro que me veían fijamente, tenía unos cuernos parecidos a los de un macho cabrío, comenzó a hablar en una lengua extraña y comencé a sentir como algo presionaba mi pecho, no puedo explicar cómo o por qué pero comencé a reírme, sentí que esta criatura hacía de alguna manera que me burlara de mí misma, recuerdo que mis pensamientos no estaban sincronizados con esa risa desesperante.
Estaba tan aterrada que lo único que pude hacer fue orar en mi mente, en el momento que comencé a orar esta criatura se burlaba y decía que era inútil cualquier intento. Pasando unos minutos, los cuales sentí como una eternidad, estos entes cedieron y se desvanecieron en el aire, pude levantarme de un sopetón, extremadamente exaltada, sudando frío y aún con el corazón acelerado. Cual fue mi sorpresa que al recorrer mi habitación con la vista me percaté de que efectivamente la cortina estaba corrida y la puerta que siempre estaba cerrada se hallaba abierta de par en par. Inmediatamente entré en pánico y lo único que pude hacer fue aventar la puerta, agarrar mi almohada y salir corriendo a la habitación de mis padres, con lágrimas en los ojos y muy asustada les conté lo que me había sucedido. Un poco incrédulos me permitieron dormir esa noche con ellos, aunque en sus miradas podía notar ese sentimiento de extrañeza ya que no era nada normal que su hija de 26 años se pusiera tan exaltada por una simple pesadilla.
Aline González/ alinetno7@gmail.com /5578588894
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